Por Eduardo Posse Cuezzo

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Más de tres mil años de existencia de la poética china han generado un volumen de belleza literaria aún desconocido para la mayoría de los lectores de nuestro país. Particularmente, los poetas de la Dinastía Tang (600 al 700 d.C) en la que sobresale el célebre Li Po, también llamado Li Bai, han creado maravillosos textos poéticos, cuyas traducciones procuran representar las imágenes sugeridas por los autores con mayor o menor éxito.

Yuan Xingpei, crítico y analista de la poesía china recopilada a través de las distintas dinastías, sostiene que “…si analizamos la historia literaria china en su extensión, solo la literatura helénica y la de India antigua son comparables; pero si la analizamos en la continuidad de su tradición literaria ninguna de los otros países o naciones se puede comparar con la literatura china”.

Sin embargo, solo podemos disfrutar de aproximaciones a la literalidad de los textos originales, a través de traducciones que históricamente se han hecho desde las versiones inglesas o francesas, ya que las primeras traducciones al español datan del siglo XX, circa 1947, y se deben a la escritora y traductora Marcela de Juan, hija de un mandarín chino, que vivió en España.

La dulzura de estos textos ha perdido, en la traducción, métrica y rima. Ya adolecen de los originales tetrámetros o pentámetros yámbicos de la técnica gramatical que imponía cada dinastía. Pero mantienen una maravillosa cadencia, como leemos en esta poesía anónima: “Compartimos nuestra almohada / Y riendo, felices / Saboreamos los placeres del lecho / El viento sopla mientras rompe el alba / Las campanas suenan bajo los tejados / Me despierto asustada de mí / Sueño inconcluso / El lecho permanece vacío / Aún estoy sola”.

Como vemos, la necesaria interacción con el lector, que integrará el contenido con su propia y exclusiva percepción, requiere además de un tercer coautor del texto: el traductor.

Es que quien pretenda traducir un texto poético chino, debe ser él mismo un poeta dotado de la gracia expresiva del idioma, un recreador de imágenes, y un cabal conocedor de la cultura milenaria inscripta en el imaginario del poeta.

Ello ocurre por la particular estructura del lenguaje (chino mandarín), que ha llevado a algún estudioso a preguntarse si la poesía china es realmente traducible.

Los primeros intentos de traducción sistemática del chino se corresponden con el siglo XVI, cuando los misioneros jesuitas llegaron por primera vez a China. Y desde entonces, disimiles versiones de los textos literarios fueron llevados al inglés, al francés y al alemán.

Un enjundioso estudio de W.S. Purcell, El espíritu de la poesía china, citado por Borges, trae este significativo ejemplo. Traduce literalmente un texto del poeta Li Po, y añade una traducción de William John Fletcher, escritor e intelectual inglés, quien se desempeñó como cónsul británico en China.

La traducción literal del texto, por Purcell, sería: “Azul agua brillante otoño luna / Sur lago recoger blancos nenúfares / Flor loto hermosa desea hablar / Melancolía (vergüenza) matar vasto bote hombre (mujer)”.

Y conforme a la traducción de W. Fletcher: “Claro el Rio, tan brillante la luna de otoño / Recogemos en el Lago del Sur nupciales flores blancas / Las prístinas lilas del agua parecen hablar / Y tiñen de vergüenza las mejillas de las prostitutas que van en el bote”.

El mismo Fletcher escribió: “he seguido la forma original de los poemas pero temo que he perdido mucho sus matices y la delicadeza frágil de sus palabras”.

Otra traducción, anónima, convierte los últimos versos así. “Las flores del loto parecen susurrar amor / Y entristecen el corazón del botero”.

Es así que la experiencia poética con estos textos es primordialmente conceptual, ya que debemos al traductor buena parte de su autoría. Y nunca nos enteraremos si existen versiones más bellas del escrito original. No importa. Los lectores podremos disfrutar de expresiones literarias que, a más de milenarias, tienen un contenido estético de irrepetible singularidad.

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Eduardo Posse Cuezzo - Abogado. Presidente de la Alianza Francesa de Tucumán y de la Fundación Emilio Cartier.